sábado, 20 de septiembre de 2025

LA CONCIENCIA COLECTIVA Y LA EDUCACIÓN

    




 El budismo habla de cuatro clases de nutrientes, el primero es el alimento del cuerpo; no solo lo que entra por la boca sino por cualquiera de  los sentidos, incluida la conciencia. (En el budismo se habla de seis sentidos, no de cinco).

     Podríamos pensar que la conciencia solo tiene carácter individual, que cada uno tiene su propia conciencia sin relación alguna con la del resto de los humanos, pero sabemos que esto no es así. La conciencia individual está hecha en su mayor parte de elementos de la  conciencia colectiva y viceversa.         Creemos que somos libres pero si bien es cierto, es una libertad con matices, mediatizada por lo que nos llega de la conciencia colectiva y que nosotros atribuimos exclusivamente a nuestra propia conciencia individual. Tenemos una conciencia fundamentalmente heredada.

    La educación pública nació en el siglo XVIII en el estado prusiano. Fue creada para aprender la obediencia y crear estado de opinión desde muy temprana edad. Niños y niñas aprendían a obedecer y eran atosigados por la ideología de turno del Estado. Franz de Houre, teórico prusiano, afirmó lo siguiente: "El estado debería moldear a cada persona, y moldearla de tal manera que simplemente no pueda querer otra cosa distinta a la que el Estado desea que quiera."

    La manipulación de las conciencias no era cosa nueva, pero en la edad contemporánea se ha ido refinando sutilmente hasta el punto de que dicha manipulación apenas si es percibida por la mayoría de los individuos. De hecho, quienes somos o hemos sido docentes hemos experimentado de qué manera, por muy respetuosos que queramos ser con nuestro alumnado, terminamos por inocular la ideología dominante de una u otra manera. El profesorado también es víctima (y no tanto verdugo) de dicha conciencia colectiva.

    Podríamos preguntarnos: ¿ qué nutrientes de la consciencia colectiva nutren la escuela? ¿Hasta qué punto  está infiltrada en nuestra conciencia individual como docentes? ¿ qué alimentos (pensamientos, emociones, ideas...) estoy tomando de forma no consciente de mis compañeros, entorno social, Administración, padres...?

    Tomar conciencia como grupo es primordial para un cambio individual y colectivo. Crear comunidad es clave para trabajar el cambio que esperamos ver en el mundo, porque individualmente es muy difícil sustraerse al influjo de la conciencia colectiva dominante que a día de hoy nos está abocando a un callejón sin salida. Para muestra, un botón: el cambio climático provocado por la sociedad de consumo.

viernes, 19 de septiembre de 2025

EL MENSAJE Y EL MENSAJERO

   



  Decía mi amiga Lola Montes -citando quizás a su maestro Moratiel-  que el mensaje es el propio mensajero. El mensaje encarnado es lo que nos sirve. Lo otro son palabras huecas. Por eso también Thay conmovía tanto cuando hablaba, porque sus palabras unían mensaje y mensajero. Él era el propio mensaje encarnado en su vida. 

    Y decía el santo de Asís que de nada servía ir a predicar a un lugar si la predicación no era el caminar mismo. Estamos en ambos casos a vueltas con la coherencia. Ya no me fío de ningún mensaje que nazca de la incoherencia de quien lo propone. Por eso, en la atalaya de mi vida y tras tantos desengaños vividos, he aprendido esta lección de la coherencia que me sirve de faro y guía. 

    Me fie de mi querido Pepe Quirós, así como de Blas Márquez y no me decepcionaron. Fueron mis maestros, mis modelos antes de que llegara Thay. 

    Le pido a quien corresponda que yo pueda ser coherente también, que no haya un divorcio entre lo que pienso y digo y aquello que hago. La fortuna que me acompaña es que soy capaz de reconocer todo lo que le falta a mi práctica, que me veo aún en los primeros pasos y no por ello pretendo hacer creer a los demás lo que no soy. Eso es un don que me acompaña. No soy más de lo que soy en este momento...pero no cejo en el empeño de seguir creciendo en el amor y la compasión. Así al menos lo veo yo.


martes, 16 de septiembre de 2025

EL ARTE DE VIVIR

   



  " En Louisville, en la esquina de la Cuarta Avenida y Walnut, en medio del barrio comercial, de repente me abrumó darme cuenta de que amaba a toda esa gente, de que todos eran míos y yo de ellos, de que no podíamos ser extraños unos a otros aunque nos desconociéramos por completo. Fue como despertar de un sueño de separación, de falso aislamiento en un mundo especial, el mundo de la renuncia y la supuesta santidad.... Esta sensación de liberación de una ilusoria sensación de diferencia fue un alivio y una alegría tal, que casi me eché a reír en voz alta. Y supongo que mi felicidad podría haber tomado forma en estas palabras: “Gracias a Dios, gracias a Dios que soy como otros hombres, que soy sólo un hombre entre otros”... Tengo el inmenso gozo de ser hombre, miembro de la raza en que se encarnó el mismo Dios. ¡Como si las tristezas y estupideces de la condición humana me pudieran abrumar ahora que me doy cuenta de lo que somos todos! ¡Y si por lo menos todos se dieran cuenta de ello! Pero eso no se puede explicar. No hay modo de decir a la gente que anda por ahí resplandeciendo como el sol... 

    Entonces fue como si, de repente, viera la secreta belleza de sus corazones, las profundidades de sus corazones donde no puede llegar ni el pecado ni el deseo ni el conocimiento de sí mismo. El núcleo de su realidad, la persona que es cada cual a los ojos de Dios. ¡Si por lo menos todos ellos se pudieran ver como son realmente! ¡Si por lo menos nos viéramos unos a otros así todo el tiempo! No habría más guerra, ni más odio, ni más crueldad, ni más codicia... Supongo que el gran problema sería que se postraran a adorarse unos a otros. Pero eso no se puede ver; sino sólo creer y comprender por un don peculiar.

     En el centro de nuestro ser hay un punto de nada que no está tocado por el pecado ni por la ilusión, un punto de pura verdad, un punto o chispa que pertenece enteramente a Dios, que nunca está a nuestra disposición, desde el cual Dios dispone de nuestras vidas, y que es inaccesible a las fantasías de nuestra mente y a las brutalidades de nuestra voluntad. Ese puntito de nada y de absoluta pobreza es la pura gloria de Dios en nosotros. Es, por así decirlo, su nombre escrito en nosotros, como nuestra pobreza, como nuestra indigencia, como nuestra dependencia, como nuestra filiabilidad. Es como un diamante puro, brillando con la invisible luz del cielo. Está en todos, y si pudiéramos verla, veríamos esos billones de puntos de luz reuniéndose en el aspecto y fulgor de un sonido que desvanecería por completo toda la tiniebla y la crueldad de la vida... No tengo programa para esa visión. Se da, solamente. Pero la puerta del cielo está en todas partes”.

                                                                                                            Thomas Merton


    Thomas Merton era amigo personal de Thich Nhat Hanh, el maestro zen vietnamita fundador de Plum Village que fue también amigo de Martin Luther King. Se conocieron cuando Thich Nhat Hanh viajó a USA invitado por cristianos comprometidos con la paz para pedir el fin de la guerra de Vietnam. Thich Nhat Hanh es mi maestro espiritual. Es y ha sido el faro que me ha permitido transitar por el mundo y reconciliarme conmigo, con mi tradición cristiana y con quienes me hicieron sufrir en el pasado.

    De lo que habla Thomas Merton  se conoce en el budismo como samadhi. Es la iluminación, es la comprensión no racional  de la auténtica naturaleza de la realidad, que no conoce separación. En esa miopía de la separación estamos la inmensa mayoría de los seres humanos. Algunas veces puede uno atisbar y experimentar la falacia de tal separación, pero no suele ser una experiencia frecuente. Atisbar la gracia de esa unidad nos conmueve y llena de una felicidad y alegría inenarrables.

    En los místicos se da un sufrimiento, sin embargo, que proviene de la comprensión de que el ser humano normal y corriente vive en estado de carencia de esa realidad última. El místico se compadece porque es consciente del velo que aún cubre la mirada humana, velo que oculta la luz al resto de los humanos. Estos se desconocen, por eso andan sin faro ni brújula como los trompos que bailábamos de niños pero que han perdido la púa del centro y dan vueltas de acá para allá sin sentido como mendigos de algo que les falta y no encuentran.




sábado, 13 de septiembre de 2025

EL NÁUFRAGO IMAGINARIO

     



Apenas se diferenciaban en el mar. La botella verde y el verde del océano...pero Beatriz la vio flotando entre las olas. Como tenía miedo de alejarse de la orilla fui yo quien tras unas cuantas brazadas conseguí rescatar lo que el mar se empeñaba en devolver a la tierra. Apenas se la entregué, buscó el mensaje dentro de la botella. Un mensaje inexistente que le hizo fruncir el ceño y devolvérmela al instante.

    Las olas habían lamido sin cesar su contorno de modo que no quedaba resto de la etiqueta ni de su posible procedencia. Algo de verdina y algún caracolillo en la base y poco más. Decidimos llevársela a su padre porque realmente era una pieza bella, muy lejos de las típicas botellas de vino al uso. Como es un coleccionista nato decidió lavarla y llevársela como recuerdo. Incluso rellenarla con aquel vino que todos los años compra en el sur de Badajoz. Me di cuenta de que no solo quería convertirla en un objeto práctico. El mar le había regalado todo un poema. No sólo por el vino era  que se había decidido a salvarla. Estaba rescatando una historia del océano. ¿Sirvió el vino de aquella botella  como preludio o colofón de una historia de amor? ¿A qué desesperada historia serviría de consuelo? ¿Fue compañera de algún pobre solitario antes de ser lanzada al mar? ¿Qué historia nos llegaba detrás de aquel hallazgo?

    Mi amigo buscaba la literatura escondida en el vacío de aquel objeto abandonado, buscaba rellenar aquel vacío con páginas excitantes, con algún poema donde hablar de la soledad, del tiempo, del azar que nos sale al encuentro, de los múltiples espejos de la memoria... mi amigo, lejana ya su juventud, se inclina cada vez más por la poesía metafísica. ¿Quién nos retaba desde el mar?

    Agosto es tan desesperadamente monótono con su ritmo diario de playa, ducha, comida, siesta, paseo, cena, cama y vuelta a empezar que te destruye las neuronas día tras día. Un caldo espeso y bullente de obsesiones, imaginación exaltada y febriles ideas que se suceden en la aparente tranquilidad de la butaca frente al mar. Aquella aparición fue el colofón del deterioro producido por el hastío. Incluso uno se ve a sí mismo como náufrago en aquel mar de sombrillas, con tanta soledad en aquella geografía de rostros  inexpresivos que siente la necesidad de lanzar a la deriva algún mensaje de rescate para que el destino nos provea de una amistad reparadora, de un bálsamo en medio del absurdo veraniego.

    Quizá aquel náufrago existió y no supo qué mensaje dejar dentro de la botella. Quizá había esperado ya tanto que poco a poco dejó de tener sentido regresar al mundo. Quizá pensara que ya no tenía necesidad de salvarse ni de escapar de su encierro,  sino que lanza simplemente una botella litúrgica al mar en una ceremonia de despedida del pasado que había perdido. Un mundo con demasiada prisa, ruido, miedo, incomprensión, soledad, desamor, de insufribles tardes de domingo. No había demasiado que ganar con el regreso. Me imagino un náufrago feliz que ha roto su último vínculo con el mundo y que sabe que no hay ya vuelta atrás. Ahora podrá vivir a pleno gas en la isla, ahora le queda la posibilidad de entregarse de lleno a su nueva vida tras quemar las naves de la esperanza en un regreso.

    Cuando al cabo de los meses, en pleno invierno,  mi amigo se dejó caer con que tenía un poema escrito sobre aquel hallazgo del verano, sentí una punzada fuerte en el pecho y aparenté una normalidad que estaba lejos de sentir. Tras los postres me invitó a su despacho y allí me entregó el manuscrito de la botella.

                                                                            A Juan Lamillar, con la calidez de una vida de amistad.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

A vueltas con los petardos religiosos

  




   Bob Marley hace lo que puede, pero el altavoz conectado al móvil no llega a tapar los zambombazos del Angelus  y de la novena vespertina. 

    Cierro puertas y ventanas y pongo el altavoz a todo volumen para que  la batería del reggae disimule los estruendos que aturden a mis perros. Bob Marley habla de paz y  de hermandad en la canción  mientras suenan las bengalas bélicas a doscientos metros de mi casa.

    Confieso que no acabo de comprender esa costumbre de lanzar cohetes asociados a una celebración religiosa.  ¡Si será este uno de los motivos de la desafección religiosa de tantos jóvenes...! 

    Parece como si al lanzar los cohetes al cielo pretendieran recordarle a Dios y a la Virgen (no vaya a ser que se hayan dormido) que toca función religiosa en el pueblo. Y el día 12 sale la Virgen en procesión, que pobrecita ella, no tiene culpa alguna de esta parafernalia cohetera.

    De hecho el niño de la Virgen tiene el pobre la carita asustada de tanto ruido ensordecedor y la Virgen aguanta por caridad cristiana...no le queda otro remedio. Menos mal que le llenan el paso de varas de nardo para que el olor a pólvora no lo confundan con un estado de guerra porque el niño anda alborotado no sólo por los petardos sino por los cohetes y bombas que caen sobre inocentes en Gaza. Está al tanto de lo que ocurre y a su carita asustada se une ahora la tristeza por ver que dos mil años después su mensaje no termina de calar en los corazones humanos. Habrá que tener paciencia y seguir barajando.

domingo, 7 de septiembre de 2025

LA PROVIDENCIA

   



  Ya me ocurrió hace años cuando Leo llegó a casa. No fue una decisión mía sino de la providencia. Llegó a casa porque nuestro galgo Nico se mató al tirarse por un balcón absolutamente en pánico debido a unos cohetes. La otra perrita sufre de angustia de separación y necesita compañía constante, sea esta humana o perruna. Entonces, sin margen de maniobra pues en pleno duelo había que tomar la decisión de un sustituto pero yo no podía hacer la gestión en una protectora, le pedí a la vida, como quien lanza un brindis al sol, que fuera el perro quien me encontrara a mi y no al revés. Y así sucedió tres días después de esa petición al sol. Leo apareció en el barrio. Os aseguro que no suelen verse perros abandonados en mi barrio. Yo no he vuelto a ver ninguno. ¿Qué o quién hizo que el perro apareciera por allí? ¿fue casual o intervino alguna instancia misteriosa?

    Como dije no es ni la primera ni la única vez que parece que una fuerza se alinea con mi necesidad y provee para satisfacerla. Llevaba días mirando en internet algún modelo de estantería no demasiado grande para alojar en ella los libros de Thay. Me hacen falta aquí en el pueblo para preparar las charlas y tomar notas. Una mañana salía con los perros a su paseo diario cuando vi que en una cubeta grande se apilaban muebles, electrodomésticos y otros enseres desalojados de una cochera. Encima de la pila una estantería de madera del tamaño y forma que yo necesitaba. Tras solicitar permiso a la dueña me la traje para casa y la limpié y enceré. Aquí está ahora sirviendo de alojamiento a los libros de mi maestro Thich Nhat Hanh.

    ¿Estas cosas suceden porque sí o hay alguna ley en el Universo que las propicie?

domingo, 17 de agosto de 2025

ACERAS MOVEDIZAS

 




El antihéroe, visiblemente afectado, regresó a la librería suplicando que lo devolvieran al libro de donde se había escapado. En un descuido de aquella librera había abierto la página y se había escurrido por la puerta. Ya en la calle, comprendió que el asunto tenía miga. El mercado quedaba a la izquierda, con el bullicio de los verduleros y el olor a chicharrones. A la derecha, la desbandada general de comercios en crisis, los contenedores rebosantes de basura y las aceras roñosas.

De pronto sintió mariposas en el estómago; una sensación de vértigo que le hizo desplomarse en un banco aledaño a la librería.

- Pero yo no sé de qué libro se ha escapado... -dijo la librera mientras se ajustaba nerviosa las gafas y se atusaba el cabello negro. -¿Recuerda usted al menos el nombre del autor?

El antihéroe no recordaba nada, simplemente quería regresar a la seguridad de su mundo de papel, mucho menos vertiginoso que este al que acababa de asomarse.

-Estoy aturdido. Si quiere, le propongo un plan. Me puede usted prohijar en su cabeza durante algún tiempo, el suficiente para aparecer en un relato suyo. Le prometo que trabajaremos juntos en una magnífica novela. 

Encontraron a la librera hablándole al aire como si realmente participara en un diálogo. Es lo que tiene leer tanta ficción, que acaba uno por creerse sus propias mentiras.