martes, 8 de marzo de 2022

BLAS MÁRQUEZ

     De los quince a los diecisiete años tuve, tuvimos, un profesor de Lengua Española y Literatura Española  en el colegio Claret  de Sevilla (antes no estaban unidas en una sola y no se titulaba Castellana como ahora)  que fue para muchos de nosotros un referente para toda la vida. De hecho, puedo decir que estudié Filología Hispánica porque entre él y la escritora Paulina Crusat despertaron en mi  alma dormida una vocación por las Letras que sin ellos no hubiera visto la luz.    

    Ya en bastantes ocasiones he hablado de Paulina, incluso escribí en Papeles de Son Armadans una separata sobre ella junto a un manuscrito inédito de la autora que encontré entre los papeles de una vieja maleta  que las hijas de una amiga habían guardado tras su muerte.  

    Nunca, sin embargo, había hablado sobre Blas Márquez. Recordemos  los últimos años de la Dictadura de Franco, en concreto  el año de su muerte y  los primeros años de la Transición democrática. Pensemos en unos niños adocenados, sin espíritu crítico, totalmente desidentificados de su Historia y con su realidad pacata heredada de un ambiente con olor a naftalina. 

    En lo que entonces se llamaba quinto de Bachillerato cayó como llovido del cielo un sujeto enjuto, con perilla donjuanesca, cigarro incombustible siempre en su mano derecha y gafas oscuras de montura gruesa. Puro nervio, cuchillo afilado para cercenar ideas trasnochadas, telediario alternativo del ruedo ibérico, nos fue abriendo al mundo, a ese mundo que antes solo habíamos mirado a través de un agujerillo.

    Le entusiasmaba su materia, nos metió en vena a Rafael Lapesa, Emilio Alarcos, Ferdinand de Saussure, tamizados por Vidal Lamíquiz y a Valle Inclán con su Luces de Bohemia.  Nos tenía embobados, metiditos en su bolsillo. Era nuestro gran modelo. Cayó en terreno virgen  donde nadie hasta entonces había sembrado semilla fértil. La cosecha dio sus frutos generosamente y  tras pasar por sus clases ninguno siguió ya siendo el mismo. Me dice mi querido amigo José Antonio López Guerrero que fue por Blas que se decidió a estudiar él también Hispánicas. Esa es la característica de un modelo a seguir, que tras el original le siguen muchas copias con afán de originalidad, sin dejar por ello de parecerse a su modelo.  Porque de alguna manera todos hemos sido continuación de Blas.

     Ahora que nos ha buscado desde su actual residencia en Tenerife y nos ha encontrado con los brazos abiertos, esperamos con impaciencia volver a reencontrarnos después de cuarenta años para decirle todo lo que ha significado para nosotros. Así que, ahora que también nosotros hemos colgado la tiza y echado el cierre al aula, podremos convertirnos no ya en maestro y discípulos, sino en amigos que esperan compartir aún muy buenos ratos, conscientes de que la tarea ha sido hecha y entregada a las nuevas generaciones para su uso y disfrute.