domingo, 23 de febrero de 2014

A VECES LLEGAN CARTAS...


Son como anuncios, ecos o voces deshilachadas que de pronto uno  oye no sólo con los oídos. Es todo el cuerpo el que queda alerta porque está despierto para oír esas señales. Te dicen en silencio que estás atrapado en un mundo de percepciones incompletas, enmarañado en una red de pensamientos, costumbre. Una inercia que te ha conformado tal como eres. ¿Pero eres tú eso? Aquí está la intuitiva evidencia de estas cartas que llegan sobre todo al final del invierno, cuando ya despunta la savia en el ramaje de los árboles de mi calle.

Son las cartas de un hortelano invisible que trabaja dentro del corazón y labra la tierra desbrozando los terrones tozudos, las raíces esquivas, las piedras procaces con que uno tropieza una y otra vez.
Mis perros aventaron su presencia antes que yo. Lo sé porque se quedan como alelados, sin ganas de olisquear las yerbas. Simplemente se sientan y relajan todo el cuerpo y no tienen ganas de nada más. Están a gusto.
A mi me invade luego el mismo bienestar, la misma paz que a ellos y en la luz de la tarde siento que todo está bien, que a la vida no le falta ni un pelo, ni una mota de polvo; que no le sobra ni un arañazo, ni una mala fatiga. Todo es como tiene que ser y los que no sabemos contemplar el paraíso en la Tierra estamos condenados a infligir dolor y a sufrir por nuestra ceguera.

sábado, 8 de febrero de 2014

LA ESPIRITUALIDAD AGNÓSTICA


Hay quien propugna que todas las espiritualidades esconden en el individuo que las practica un miedo a la vida, una huida de la realidad. Dicen que al fin y al cabo, como Dios no deja de ser un simple invento del hombre, que lo hizo a su imagen y semejanza, cuando llega el final de ese Dios, la tierra se abre bajo los pies del descreído y arroja, como quien se desprende de un objeto inútil, de una creencia medular que hasta entonces había sido casi seguro el eje vertebrador de la vida del creyente. Dios se cae al fondo del abismo y se hace añicos, se desmiembra como un juguete al que ya no echamos cuenta y permanece, amortajado en la conciencia, hasta no más ver.

Luego, quien a Dios ha arrojado al trastero del olvido se abandona a sí mismo en una descreida fórmula de "si muerto Dios ¿Para qué he de cultivar una espiritualidad? Como si ambas cosas -Dios y la espiritualidad-  fuesen las dos caras de una misma moneda.
La rara avis que manda a Dios a paseo y se queda con el reverso de la moneda ya no es tan frecuente. No suele haber agnósticos o ateos que cultiven una espiritualidad consciente y comprometida una vez que han abandonado la idea de Dios.
En sucesivas entregas iremos desgranando esta tercera vía: la del hombre espiritual y descreído. Y aunque suene paradójico, esa paradoja es  un espejismo creado por nuestros prejuicios y los de nuestra cultura. Valga decir por adelantado que aquí tienen ustedes un vivo ejemplo de cuanto vengo diciendo: yo soy agnóstico y llevo a cabo una vida espiritual que hoy por hoy es el eje vertebrador de mi existencia. No tengo que ser creyente para sentirme cada día  inmerso en un proceso de crecimiento interior que me está procurando una felicidad y una paz que recomiendo a todos.
CONTINUARÁ...