martes, 3 de junio de 2014

LA TIERRA, ESA GRAN BODHISATTVA


"Tú nos amas, proteges y nutres a todos sin discriminación". Esta frase de Thich Nhat Hanh referida a nuestra madre Tierra me hace  pensar en la capacidad de la Tierra para asumirlo todo. Acepta todo y lo transforma. Un bodhisattva no está inmunizado contra el sufrimiento. Muy lejos de esto, se haya inmerso en el trabajo de transformación de su propio sufrimiento y ha descubierto, en su  camino, el sufrimiento de los otros, y también ha descubierto -cosa nada usual- que el sufrimiento propio no está separado del del resto de los seres. Por eso el bodhisattva dedica su vida a transformar su propio sufrimiento y a ayudar a los demás a reconocer y transformar el suyo propio. 

Normalmente los occidentales solemos ver  la Tierra como un gran pastel, un pastel dispuesto a ser devorado por depredadores ambiciosos que no han entendido que al devorar a su propia madre se devoran a sí mismos.
Nadie de las generaciones futuras saldrá a defendernos cuando vean que les hemos dejado un planeta esquilmado, sucio, inane. Es más, quizá no haya ni siquiera futuras generaciones para contarlo al ritmo con que vamos destruyendo el planeta. 
Aquí también la plena consciencia tiene algo que decir. Cuando uno escucha el sufrimiento de la Tierra y cuando uno observa con qué amor cuida de todas las especies que la habitan hay que ser muy canalla para no prestar atención a su lamento.
No hay tiempo que perder. Debemos bajarnos de esa peana de soberbia en la que estamos instalados y dejarnos de considerar como el ombligo de la vida, el centro de la "Creación".
El hombre, hecho a su imagen y semejanza, se adora a sí mismo en una inconsciencia suicida. El pedestal se agrieta por todas partes, pero él hace como si todo siguiera igual, como si ningún peligro corriera en esa loca aventura del consumismo.