lunes, 21 de agosto de 2023

UN INVENTO CHINO

 



Pues sí, acaban de sacar un producto, que venden en los bazares chinos de nuestros barrios y pueblos,  tan original y práctico para poder dormir toda la familia en la misma cama (véase la foto que acompaña el artilugio) sin que haya riesgos de que en los ardores del verano se pase un papá o una mamá de la raya. Así que ya lo saben todos aquellos tentados por lo prohibido: en el gran bazar chino de El Viso del Alcor pueden ustedes adquirirlo por un módico precio. Eso sí, no te garantizan la eficacia del producto al cien por cien, así que es mejor que cada uno duerma en su camita y Dios en la de todos. De ese modo los más promiscuos y descontrolados no serán tentados fácilmente por el diablo. 

jueves, 10 de agosto de 2023

El misionero, el cabrero y el profesor


 

Esta foto es fruto de la casualidad. El misionero, primero a vuestra izquierda, fue mi profesor de Literatura en el bachillerato allá por los años setenta del siglo pasado. Mis compañeros y yo aún bajo el palio de la dictadura de Franco, vivíamos el barrio, no el mundo y el mundo sólo lo veíamos a través de un agujerito teñido. Blas Márquez, que así se llama nuestro profesor, nos abrió los ojos y gracias a él comenzamos a despertar del sueño. Años más tarde se hizo sacerdote y marchó a Venezuela. Primero a los barrios marginales de Caracas, después a la selva amazónica y por último a una parroquia en una pedanía cercana a Caracas. De vuelta a Sevilla tras un periplo por una parroquia de un barrio de Las Palmas donde trabajó por los derechos de los inmigrantes de las pateras que llegaban a Canarias, contactó con nosotros, sus primeros alumnos en el colegio Claret. Manolo, José Antonio, Goyo...tres antiguos alumnos que por obra y gracia de su influencia terminamos siendo profesores también.

    Invité a Blas al Viso a su festival de flamenco cuando me enteré de su afición. Estaba tan cansado que se nos durmió a eso de las doce de la noche sentado en una de esas sillas de tijera que te parten la espalda. Tanto hemos aprendido de Blas los tres que lo consideramos como a un maestro-padre. Lleva un par de meses jugándosela con las Parcas con dos operaciones de cáncer de vejiga y de colon y hace lo posible por recuperarse para no defraudarnos si llegáramos a quedarnos sin los desayunos que compartimos de cuando en vez. Sentimos un profundo respeto por él, una admiración rayana en la idolatría.

    El personaje del centro de la foto es Antonio Borreguero, alias "El Canijito". Tiene la misma edad,  que Blas pero sus vidas, a pesar de haber vivido circunstancias históricas similares, no pueden ser más distintas. El azar los juntó en la foto. Era yo el factor común entre ambos. Antonio ha sido cabrero, cantaor aficionado y buena persona. Ahora que vivo en el Viso del Alcor, su pueblo, en la casa aledaña a la suya, todas las noches de este tórrido verano sacamos las sillitas a la calle y dejamos que la brisa nocturna nos alivie tras la calima. Hablamos de lo divino (poco) y de lo humano. De la conversación surge el afecto. El afecto se nutre también de los paseos matutinos en la Huerta del Cura donde estira él las piernas y yo lanzo piedras a sus perros pastores ya jubilados. Garrote en mano, se apoya en él para caminar por esos andurriales. Antonio no es analfabeto, pero casi. Lo que aprendo de él es mucha gramática parda y a distinguir cabras lecheras y plantas silvestres. Antonio tiene una nobleza que te abre el corazón. Un día lo veo jugando a la pelota (es un decir) con un vecinillo de nueve años que tiene un retraso cognitivo. El chiquillo lo busca como el chivito busca la teta de su madre. Sabe que de Antonio recibirá esa acogida ruda pero sincera, noble y honesta que no encuentra fácilmente en su casa. Doy gracias porque no me ha podido nunca el engreimiento y puedo aprender a mis años la lección humilde y rural que le faltaba a mi curriculum. Ahora ya no sólo soy el resultado de la lección aprendida de un profesor de Literatura devenido en misionero, también soy el producto de lo telúrico, de días y noches al raso por los campos de los Alcores y la Vega de Carmona, de chaparrones que empapan de lluvia la ropa y se secan en el cuerpo.  Soy el hijo de la Literatura y de Melancio, hijo de Dolio, el cabrero de Ulises en la Odisea de Homero.