"¡Qué infeliz! Andaba preocupada buscando la felicidad y cuanto más ahínco ponía en encontrarla más se preocupaba, y cuanto más se preocupaba más lejos le quedaba alcanzarla."
Rodrigo Sánchez León
Me recuerdan las palabras de Rodrigo esa historia del pez joven que visita al pez anciano preguntándole si sabía dónde encontrar el océano. El pez viejo le contestó al jovencito que se encontraba inmerso en él. ¡Pobre pececito! Su respuesta es la que los seres humanos damos una y otra vez: "¿Esto? Esto no es el océano, es simplemente agua."
¿Por dónde irá la felicidad? ¿Andará revestida de una camisa que el rey no tiene? ¿Tendremos una idea preconcebida de la felicidad de tal modo que se convierte en el gran obstáculo para vivirla? ¿Es que acaso la felicidad se enamora de unas personas sí y de otras no? ¿Tan selectiva es?
Un día la vi pasar por los ojos de mi perro, o quizá estaría mejor decir que la felicidad saltó de los ojos de mi perro a los míos. No sé cómo sucedió. No se trató de estar esperándola, sino de estar atento, de estar presente, de estar como quien escucha el canto de un pájaro. Asi, sencillamente, voló hacia mí con el aleteo suave de una mariposa alegre. Me pareció que había sido muy fácil encontrarla, que por paradójico que pareciera, mientras menos la buscaba más a la mano la tenía. Solo necesitaba estar atento al murmullo de la brisa, a la luz en la superficie de una hoja del naranjo, al caminar lento de los caracoles tras un día de lluvia. Y si la felicidad se aficiona a ti es tan fiel que solo te pide que no la confundas con un señuelo, que no te dejes engañar como aquel burrito de la zanahoria.
Porque la felicidad tiene escondida un arma secreta; cuando te la encuentras así, desnuda y entregada, te desaparece la zanahoria que andabas persiguiendo sin cesar como el burrito del cuento. Ya no vas creyéndote que la encontrarás acá o acullá y que puedes comprarla con dinero. La felicidad es gratis y se te escurre de las manos como el agua cuando tratas de atraparla en un coche nuevo, en un vestido, en unos zapatos, en un viaje de placer. Tú no puedes hacer nada realmente para que la felicidad llegue. Más bien tienes que dejar de hacer. Dejar de hacer tantos planes, dejar de tener tantas expectativas, dejar de tener tantos proyectos, dejar de tener tantas ideas, dejar de tener tanta ambición... Esos caminos erróneos conducen al final a un callejón sin salida y lo que provocan en definitiva es una frustración multiplicada en su recurrencia. Ahí no está la felicidad y nunca lo estará. Como dice mi amigo, "es que la humanidad se marea mucho." La humanidad es la metáfora de la insatisfacción.
Quererla ya, ahora, en este momento es otro gran obstáculo para que aparezca. Cuanto más se desea, más se aleja. La he visto huir de los impacientes, de los calculadores, de los inversionistas, de los depredadores de la vida, de los que tienen miedo a perder o a no ganar.
O sea, que la felicidad es escurridiza y solo se entrega a aquella persona que no lleva camisa. Así que ya sabes; si tienes camisa deberás desnudarte sin esperar nada a cambio. Entonces puede que aparezca la verdadera felicidad en tu camino.

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