miércoles, 2 de julio de 2025

LA SABIDURÍA DEL OLIVO

    


    Esta mañana he quedado con Rodrigo para tomar un café y charlar un rato. Rodrigo es un artista nato, de esos que ya nacen con una guitarra, un lienzo o un lápiz en la mano. En su caso multidisciplinar lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Se le da bien escribir letras de canciones, se le da bien poner música a dichas letras y se le da bien pintar. Maestro de las tres pe: pluma, pincel y púa. Pero hay otras pes en su curriculum: la pe de paciencia (no hay más que verlo en los ensayos del coro cómo ejerce su función de director); la pe de pacífico (mucho más profunda esa que la del pacifista); la pe de perseverante y la pe de puro (en su sentido de natural, íntegro, auténtico, genuino y sencillo).

    Rodrigo el autodidacta sabe mucho más que yo por mucha carrera universitaria y mucha docencia que  haya ejercido a lo largo de mi vida. Me quito el sombrero con este hombre. Su curiosidad y ganas de aprender no tienen fondo. Hoy me ha enseñado su libro de letras flamencas donde reconozco su habilidad y buen oficio. Yo no habría sido capaz de hacerlo mejor. Tener amigos así es lo que me honra. 

    Entre el ruido de los parroquianos del bar Chichi  y el del aire acondicionado era difícil seguir la conversación. Me llegó su comentario sobre la primera cualidad de un pintor, que no es otra que saber mirar...y después que salga el sol por Antequera. Pero la cualidad primordial de todo artista  para él es la de ser buena persona. Lo mismo que un profesor lo primero que  hace en el aula es enseñarse a sí mismo, el artista también se enseña a sí mismo y lo que es, aflora en su arte irremediablemente. Por eso hay artistas de primerísimo orden que a pesar de su calidad, no llegan al público y sin embargo otros -decía- no tan dotados por las musas merecen el favor del respetable.  

    Saber mirar es plena consciencia, mindfulness. Quien sabe ver profundamente es porque está concentrado en el acto de mirar sin que le distraigan otros pensamientos. Un naranjo eleva sus ramas, salvo que esté cargado de fruta pero el olivo tiende a que sus ramas aflojen -contaba-. Y entonces me sorprendió con esta perla: las hojas del olivo no están de cara al sol en verano, tienden al sesgo para evitar la evaporación de las hojas. Por eso el olivo no es bueno para dar sombra. La hoja del olivo no da la cara al sol sino el canto y es tan pequeña por lo mismo. Eso le permite sobrevivir con escasa agua y no agostarse.

¿Quién dijo que no hay una profunda sabiduría en la madre Tierra, incluso en un simple olivo?

    Me pareció sorprendente la sabiduría del olivo y la capacidad de observación de los hombres del campo. El silencio del sabio es también saber ponerse de perfil ante la estupidez del mundo. La hoja del olivo, gracias a Rodrigo, me ha dado una lección esta mañana. ¡Qué buena maestra es la madre Naturaleza!

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