domingo, 6 de julio de 2025

DIOS ENTRE LOS PUCHEROS

  


  Vino entusiasta, como es ella. Vino con un tomate en la mano. Sus manos aún olían a tomates recién pelados. "Escribe hoy sobre mi y los tomates -me dijo- sobre la maravilla de la pulpa roja que se va deshaciendo entre mis manos. Escribe sobre la maravilla de Dios en los tomates". Y un servidor, complaciente en el amor de esa sonrisa, no pudo hacer otra cosa que ponerse manos a la obra. Y aquí me tenéis, dedicándole estas palabras a Dios en el tomate por deseo de mi mujer.

     Ella disfruta en la cocina, cosa que yo no consigo salvo en la preparación del arroz con verduras. La fuente que emana de ese disfrute es el amor a su familia y a sus allegados. Ella disfruta regalando amor esparcido en unas papas aliñás, en un gazpacho, en una sopa de tomate, en un pisto manchego. Ese amor se transmuta, por una alquimia indescifrable, en el sabor insuperable de sus platos. Nos comemos el amor de Guadalupe cada día en la forma más concreta, orgánica y visceral posible. El amor de Guadalupe pasa inexplicablemente por tus entrañas y te hace agradecer que el tomate sea un dios menor que la vida nos ofrece cada verano.

    Yendo más adentro en la espesura, como diría el santo poeta, se advierte que no es cosa baladí elevar al tomate a la categoría de dios menor. ¿Qué cosa es un tomate sino la conjunción perfecta de una semilla, la tierra, el sol, el agua, el ciclo de la luna y los cuidados del hortelano? ¿Estamos contemplando realmente al tomate como algo individual, separado o como manifestación de lo Uno? ¿No es el tomate una expresión completa de todo el Universo? ¿No está Dios también en los tomates? Es más, ¿no será sino el mismo Dios que toma mil y una formas para enseñarnos -torpes humanos- que está tan, tan cerca de nosotros que ni nosotros somos capaces de verlo?

    La miopía humana se cura con el silencio, con la contemplación. En el silencio se manifiesta la última verdad del tomate. No hay nada en el universo que esté separado del resto. Por eso a Dios no se le escapa ni un pelo que caiga de nuestra cabeza.

    Dentro de un ratito tocará la liturgia de la sopa de tomate que ahora se cuece en el fuego. Ojalá y pueda contemplar cómo Dios se hace tomate a través de las manos de Guadalupe para que sigamos sosteniendo nuestras vidas alimentados por el amor de sus manos divinas.



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