domingo, 20 de julio de 2025

EL ÁNGEL DE LAS MISIONES PEDAGÓGICAS

 


        Mi cuñada no se da muchas trazas con la fotografía, de ahí que la cara de Saad aparezca sesgada. Es inexperta en fotos y magnífica en el arte de recuperar alumnos desmotivados. Tanto Abdeladin como Saad eran los típicos alumnos que se iban quedado atrasados en su proceso de aprendizaje en la escuela por causas ajenas a su voluntad: un sistema deficiente, una cultura distinta, un español aceptable pero endeble de vocabulario, unos padres huérfanos de recursos... todo ello formando un caldo desabrido difícil de tragar para un par de niños de apenas diez y doce años. El tercero en concordia es Alberto, sobrino de Manolita, mi cuñada. A este último la escuela le resulta un calvario particular. No le gusta en absoluto y de vez en cuando se une al coro magrebí para recibir su ración de sabiduría manuelina. Su cara avinagrada lo dice todo. Para él sería una alegría si un domingo por la tarde le dijeran que su escuela había salido ardiendo. Y en el centro de la mesa, de color amarillo, el chocolate en polvo con el que se endulza la píldora del conocimiento a mitad de la clase diaria junto con unas galletas o un bizcocho.

        Entre lápices, libretas, envoltorios de galletas y vasos a medio terminar se cuela la voz de Manolita entusiasta. Tan entusiasta que ha conseguido inocular el amor por la escuela a ambos hermanos que con sendas mochilas aparecen a diario en la casa para recibir su ración de amor en forma de tema de Lengua o Conocimiento del Medio. El contagio se produjo pronto. Cada día ella viene a estar con la abuela desde las seis de la tarde hasta las nueve y media de la noche. Conoció a ambos hermanos y se dió cuenta de su precaria situación en la escuela. Se ofreció a ayudarles sin compromiso y ellos aceptaron. Ella puso los medios y las normas y ellos la diligencia diaria. El primer examen aprobado se convirtió en una fiesta. Los aprobados se fueron sucediendo hasta el final de curso. Su boletín de notas dice que este curso lo han aprobado todo con buena nota. Manolita está feliz porque siempre que uno se da generosamente hay algo en el Universo que nos lo devuelve el ciento por uno. 

        Ahora que una parte de la sociedad rechaza con odio al extranjero, siento que el ejemplo de Manolita nos señala el buen camino. Cuando das amor estás rompiendo barreras de incomprensión. Cuando das amor sabes que quien se sienta cada día junto a ti para aprender y salir adelante nunca te olvidará porque en un momento fuiste, frente al fracaso, el ángel exterminador de la marginación.

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