sábado, 19 de julio de 2025

LA COMUNIDAD DE LOS CARACOLES

 

Goza de una inteligencia múltiple que por lo general nos pasa desapercibida. Digo múltiple y quizá debería usar otro término aún no acuñado. Las múltiples caras de la Madre Tierra nos ofrecen una prueba palpable de que algo hay en ella que rige con inteligencia el movimiento de sus especies, sean estas animales, vegetales o minerales. ¿Por qué misteriosa razón estos caracoles caminaron quién sabe desde donde para confluir todos en esta sobrecargada rama del naranjo seco? ¿Qué instinto o inteligencia común  les marcó el camino? ¿Ese abigarrado mundo es una estrategia de supervivencia o más bien obedece a la necesidad que creíamos exclusiva de los mamíferos como seres sociales de vivir en comunidad? Es verdad que tal como muestra la foto, también los hay periféricos, pero son los menos. ¿Qué temperaturas podrán aguantar en el tórrido verano de El Viso? ¿Cómo no fueron a una rama verde del granado cercano o de otro naranjo vivo? Son preguntas que se quedarán sin contestar. 
    Cuando el Buda decidió no levantarse de su meditación hasta tanto no se quebrara el velo que le impedía conocer la verdad última, pasó varios días en absoluto silencio y quietud. A veces, aun estando a la sombra del pipal, el sol caía sobre su cabeza amenazando con una insolación que podría haber acabado con su vida. La Madre Tierra fue generosa con él. Cientos de caracoles se pusieron en marcha y subieron por distintos caminos de su cuerpo hasta juntarse todos en su cuero cabelludo formando un casco que protegió al Buda de la insolación. Esos rizitos que se pueden ver en las cabezas de las estatuas de Buda no son tales. Son la representación y homenaje hacia aquella sabiduría compasiva de la Madre Tierra y sus caracoles que salvaron  al Buda de la muerte.

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