domingo, 17 de agosto de 2025

ACERAS MOVEDIZAS

 




El antihéroe, visiblemente afectado, regresó a la librería suplicando que lo devolvieran al libro de donde se había escapado. En un descuido de aquella librera había abierto la página y se había escurrido por la puerta. Ya en la calle, comprendió que el asunto tenía miga. El mercado quedaba a la izquierda, con el bullicio de los verduleros y el olor a chicharrones. A la derecha, la desbandada general de comercios en crisis, los contenedores rebosantes de basura y las aceras roñosas.

De pronto sintió mariposas en el estómago; una sensación de vértigo que le hizo desplomarse en un banco aledaño a la librería.

- Pero yo no sé de qué libro se ha escapado... -dijo la librera mientras se ajustaba nerviosa las gafas y se atusaba el cabello negro. -¿Recuerda usted al menos el nombre del autor?

El antihéroe no recordaba nada, simplemente quería regresar a la seguridad de su mundo de papel, mucho menos vertiginoso que este al que acababa de asomarse.

-Estoy aturdido. Si quiere, le propongo un plan. Me puede usted prohijar en su cabeza durante algún tiempo, el suficiente para aparecer en un relato suyo. Le prometo que trabajaremos juntos en una magnífica novela. 

Encontraron a la librera hablándole al aire como si realmente participara en un diálogo. Es lo que tiene leer tanta ficción, que acaba uno por creerse sus propias mentiras.


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