viernes, 4 de abril de 2025

La toná de Guadalupe Santos

    Yo no sé si será un tanto extemporáneo que yo cante una toná flamenca con mi suegra de cuerpo presente. Tengo el permiso de sus tres hijas pero no tengo yo claro si formará un revuelo en el pueblo por lo novedoso del caso. Ni tan siquiera sé si una vez en faena no me embargará la emoción y seré incapaz de que salga algún sonido inteligible de mi garganta. 

    Ya en otro momento hablé de ella -la santa que se apellida Santos- pero retomo aquí el asunto porque en estos meses me he dado cuenta de la oportunidad que me ha brindado la vida para disfrutar de la compañía de una señora de 92 años cuya luz se va apagando poco a poco. Tuve la mala suerte de perder a mi madre con apenas un par de años de edad y como digo, la vida me está permitiendo despedirme de mi madre de forma vicaria en el final de mi suegra. Tal es así que cada día observo con mucha atención los estragos que el tiempo han ido marcando en su cuerpo y en su mente. Sus comentarios en bucle, la fuerza ausente de sus piernas, el cuerpo doblado como si la Tierra la fuera reclamando anticipadamente. Todo lo marca la vejez, la vulnerabilidad, el dolor de unos huesos lentos y la ajada voz que se despide cada noche con el temor de que sea la última. 



La letra de la toná dice así:

 Está en su lecho de muerte

Guadalupe Santos García.

Vivió tu Santa Voluntad

partió el pan con quien no lo tenía.

"Si todos somos hijos de  Dios

¿Por qué unos tantos y otros tan poco?"

En su sillita de ruedas

cada mañana este sermón.

Y esta gran verdad 

que olvidan sabios y ricos 

la dice muy despacito

la que vivió tu Voluntad.


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