jueves, 6 de marzo de 2014

EL ÁRBOL FLORECIDO


Viene de un sueño gélido, de una humedad helada. Ha estado atrapado en no se sabe qué Averno y ha logrado escapar esta mañana. Tan feliz, tan dichoso que ha gritado al viento su alegría. Alegría rosa, pobladas ramas. No encuentro con qué taparme mis vergüenzas cuando llego frente a él con esta cara de invierno triste que se me ha ido poniendo con los meses del frío. 

El cristianismo ha forjado una leyenda sobre San Francisco de Asís. En lo más crudo del invierno, San Francisco le grita a un almendro, "¡Háblame de Dios!", y el almendro florece de repente. Se torna vivo.
¿De dónde viene esta flor del cerezo que hoy contemplo? ¿Hacia dónde irá luego que caiga a la tierra? Me importa un bledo. Yo sólo estoy aquí para contemplar la gracia de esta rama verdecida, la flor que grita la belleza del mundo. El rumor del paraíso terrenal en los pétalos leves y minúsculos.
Yo me hago testigo de todo ello. Nada más. Soy quien contempla el árbol y soy el árbol contemplado y sé que ambos estamos sujetos a la misma rueda de fortuna que nos trae y nos lleva por un misterio insondable que desconozco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario