lunes, 25 de julio de 2022

SANACIÓN EN MÍ, SANACIÓN EN EL MUNDO

 


Aquel chamán fue requerido por una tribu atribulada. Todo marchaba al revés: no llovía, no quedaba apenas comida y la gente enfermaba.

-¡Por favor, ayúdanos- dijeron los ancianos al visitarle. Compadecido por aquel sufrimiento, el chamán dejó su choza en la selva y fue al poblado. Solo pidió que le trajeran cada día un cuenco con agua y otro con comida a la choza vacía donde se recluyó durante un tiempo. Se sentó, cerró los ojos y comenzó a respirar muy calmada y conscientemente. Poco a poco puso en orden sus pensamientos y emociones y dejó que la quietud sanara su cuerpo y su mente, como había visto hacer a los animales heridos, que buscan un escondrijo y allí permanecen sin comer ni beber hasta que una vez curados abandonan su guarida.

Al tiempo que se ponían en orden sus pensamientos, sus emociones, se fue silenciando también el ruido de fuera. Las cosas comenzaron a estar en su sitio y al cabo de varios días una lluvia fina y persistente empapó la tierra y se llevó la ansiedad del poblado.

Los ancianos pensaron en una magia antigua y poderosa, pero nunca sospecharon que en realidad lo que sucedía ahí fuera era el reflejo de lo que pasaba por dentro.

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