miércoles, 6 de julio de 2022

LEO EL ILUMINADO

 


LEO EL ILUMINADO



Leo, como quien no quiere la cosa, me ha mirado a los ojos y ha dicho: “Dios existe, no te quepa la menor duda”.

Lo ha dicho con esa mirada intensa con que suele mirarme cuando estamos sumidos en la soledad y el silencio. Luego meneó el rabillo porque se dio cuenta de que un ser inferior, expulsado hace milenios del Paraíso, había sido capaz de entenderle.

Siguió hablando con esa mirada profunda que te traspasa el velo del corazón: “No lo vais a encontrar en las estúpidas palabras de la Teología, ni en el boato de las grandes liturgias. No suele hablar bajo una mitra, un solideo, una kipa, un turbante, ni tampoco envuelto en un hábito, una toga, un uniforme. No se parece en nada a lo que imagináis. Has de atravesar el ojo de la aguja en un camello para encontrar su huella en el desierto. No habla, no riñe, no juzga, no tiene una vara de medir ni un libro de anotaciones. Eso sí, mientras más lo busquéis, mientras más anheléis su presencia, más lejos estaréis de él. Si no lo buscáis, algún día os daréis cuenta de que no os separa de él ni el grosor de un cabello y que su murmullo resuena silenciosamente en cada uno de vuestros gestos, en cada paso que dais y en cada sonido que sale de vuestra boca. Llegará un momento en que será atronador ese murmullo silencioso y no podréis hacer nada para impedir que os tome por completo y os devuelva de nuevo al Paraíso de donde nunca deberíais haber salido”.


Gregorio Hidalgo 7 julio 2022

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